By Rob
Sinclair [CC-BY-SA-2.0
(http://creativecommons.org/licenses/by-sa/2.0)],
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Yo solo puedo decir que la señorita en cuestión me cae como
un puntapié en las espinillas. ¿Por qué? Pues porque ha hecho de la vulgaridad
más absoluta un negocio a costa de los adolescentes. No me gusta la censura, pero
esta chica está utilizando la música como excusa para forrarse a base de escandalizar
a jóvenes y adultos con actitudes que, más que obscenas, son de un gusto
pésimo. Y de nuevo vuelvo a poner de ejemplo a Madonna. Nunca he sido fan suya,
pero la oleada de petardeo que nos asola desde hace un tiempo me está volviendo
fervorosa admiradora de la “material girl”. Y es que hasta para provocar hay
que tener un cierto estilo y ofrecer calidad. Miley, sin embargo, es un ejemplo
más de cantante rubita del montón que haciendo disparates sobre los escenarios
consigue llevárselo crudo. Poco creativa debe de ser cuando semejante bazofia
es lo único que se le ocurre para llenar las alforjas. Ella sabrá…
La noticia no debería ser que se le prohíba o no salir al
escenario ni sus espectáculos horteras, sino que la gente los siga consumiendo.
Y ahí es donde entra en juego el marketing, contra el que resulta muy difícil
luchar, más aún si hay menores de por medio.
El tiempo pone a más de uno en su sitio y los grandes artistas
son admirados durante muchas generaciones. El resto permanecen en la memoria
durante bastante menos tiempo y, la mayoría de las veces, no pasan de ser un
mal recuerdo.