viernes, 22 de agosto de 2014

Miley Cyrus "la Prohibida"



By Rob Sinclair [CC-BY-SA-2.0

La CNEPR (Comisión Nacional de Espectáculos Públicos y Radiofonía) ha cancelado la actuación de la Ex Hannah Montana en República Dominicana (disculpad la rima) por considerarla inmoral. Y no han tardado en levantarse voces a favor de la Democracia y de la libertad.

Yo solo puedo decir que la señorita en cuestión me cae como un puntapié en las espinillas. ¿Por qué? Pues porque ha hecho de la vulgaridad más absoluta un negocio a costa de los adolescentes. No me gusta la censura, pero esta chica está utilizando la música como excusa para forrarse a base de escandalizar a jóvenes y adultos con actitudes que, más que obscenas, son de un gusto pésimo. Y de nuevo vuelvo a poner de ejemplo a Madonna. Nunca he sido fan suya, pero la oleada de petardeo que nos asola desde hace un tiempo me está volviendo fervorosa admiradora de la “material girl”. Y es que hasta para provocar hay que tener un cierto estilo y ofrecer calidad. Miley, sin embargo, es un ejemplo más de cantante rubita del montón que haciendo disparates sobre los escenarios consigue llevárselo crudo. Poco creativa debe de ser cuando semejante bazofia es lo único que se le ocurre para llenar las alforjas. Ella sabrá…

La noticia no debería ser que se le prohíba o no salir al escenario ni sus espectáculos horteras, sino que la gente los siga consumiendo. Y ahí es donde entra en juego el marketing, contra el que resulta muy difícil luchar, más aún si hay menores de por medio.

El tiempo pone a más de uno en su sitio y los grandes artistas son admirados durante muchas generaciones. El resto permanecen en la memoria durante bastante menos tiempo y, la mayoría de las veces, no pasan de ser un mal recuerdo.

domingo, 15 de junio de 2014

Llegó la hora de Felipe VI, ¿“el Preparado”?

By Atlantic Chef (Own work) [CC-BY-SA-3.0 (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0) or GFDL (http://www.gnu.org/copyleft/fdl.html)], via Wikimedia Commons
Llevamos dos semanas muy revueltas con el anuncio de la abdicación del Rey, y confieso que no me sorprende. He sostenido durante mucho tiempo que cuando llegase este momento, íbamos a tener un buen folclore. Y lo estamos teniendo –lo que ocurre no deja de ser 100 % Spanish–; y lo que aún nos quede por ver, oír y leer hasta el día 19 (proclamación de Felipe VI) y días subsiguientes.
Periódicos, radios y televisiones analizan la cuestión desde (casi) todos los ángulos posibles. Pero es en Internet, una vez más, donde ríos de tinta cibernética inundan las publicaciones digitales, los foros y las redes sociales haciéndose eco del acontecimiento, sus posibles causas y sus consecuencias, con la libertad que caracteriza a este medio, es decir, sin las presuntas censuras o autocensuras de las que tanto se habla.

Por poner unos cuantos ejemplos, así a vuelapluma, me vienen a la mente un par de demandas de paternidad contra el Rey saliente; la denuncia en curso de un abogado valenciano contra el “ciudadano Juan Carlos de Borbón” (sic) a cuenta de su dinero en Suiza; la reclamación del trono por parte de Carlos Javier de Borbón-Parma, que invoca a sus “leales carlistas”; la alerta por parte de la Policía Nacional de un posible boicot violento –un artefacto de baja intensidad– el día de la proclamación; el “fantasma” de Corinna, que parece que sigue alargando su sombra; algún que otro comentario sobre el marido-exmarido-marido de Telma Ortiz, Jaime del Burgo; no faltan los que califican el ascenso al trono de don Felipe de “golpe de estado”; e incluso un economista director de un diario digital se ha atrevido en Twitter a poner en duda la maternidad de las infantitas...

No obstante, lo que está copando los debates, publicaciones y foros es el tema del referéndum y la agitación que se está viviendo en el mundo republicano y filorrepublicano español. Los ánimos están al rojo –nunca mejor dicho en la mayoría casos– y se quiere aprovechar la coyuntura, como era de esperar, para intentar fomentar entre la ciudadanía la demanda del derecho a decidir entre monarquía y república.

Con semejante panorama, el perfil bajo del acontecimiento a muchos se les antoja de mera necesidad. Necesidad con la que no parece casar el posterior paseo en coche por el centro de Madrid con las calles engalanadas. Como tampoco casa el hecho de haber abierto una cuenta en Twitter, en la que los más osados se están despachando a gusto con insultos de todo tipo hacia la institución y sus integrantes.

Tengo la ligera impresión de que en la Casa Real siguen sin ser demasiado conscientes de lo que les rodea. No obstante, y en línea con lo que manifestó don Juan Carlos el pasado día 2 respecto a la renovación de la monarquía, parece ser que don Felipe, con la ayuda de su esposa, va a sustituir a todo su equipo de confianza en Zarzuela por otro más joven. ¿Contribuirán medidas como esta a la estabilidad y mejora de la imagen de la monarquía? El tiempo lo dirá. Lo que sí parece claro es que Felipe VI, al que algunos han colocado el sobrenombre de “el Preparado”, no lo va a tener fácil. Cierto es que no le faltan conocimientos para hacerse cargo de la jefatura del estado, pero ¿sabrá igualmente agradar al actual pueblo español? El nuevo rey deberá ganarse el puesto a diario más aún que su padre, y también tendrá que guardar mejor las formas e hilar más fino para ser verdaderamente ejemplar, por su propio interés. En cuanto a su consorte, también tendrá un arduo trabajo aunque más silencioso de cara a ganarse el afecto del pueblo: la reina Sofía ha puesto el listón por los cielos y es bastante apreciada, mientras que Letizia parece que no termina de caer bien. Pero bastará con que cumpla su agenda de la mejor manera posible (incluyendo una indumentaria adecuada a cada ocasión); se muestre más cercana a los ciudadanos, sonriente, afable y natural; y comprenda que la gente no quiere una beldad inmarcesible por reina (doña Letizia siempre fue hermosa) sino alguien con quien se identifiquen o, al menos, alguien a quien apreciar y hasta admirar.

Valor y a la faena, Majestad, que hay mucho por hacer, demasiado: todo un reto.

domingo, 11 de mayo de 2014

Eurovisión o el gusto por perder

Fotógrafo: Albin Olsson
Licencia: CC-BY-SA-3.0
Llevo años preguntándome qué sentido tiene para España participar en Eurovisión: un concurso en el que la calidad de las canciones tiene poco que ver con la puntuación obtenida y que, de paso, nos sale por 400.000 euros de nada.

Más aún me sorprende que muchas personas tomen en serio semejante competición, y me viene a la memoria el tsunami de críticas que recibió Rodolfo Chikilicuatre a cuenta de su pintoresco “Chiki chiki”. Si tenemos en cuenta que esta actuación le granjeó a España el puesto 16 mientras que, por ejemplo, la de Soraya Arnelas —una profesional con una bonita voz— quedó relegada a la vigesimocuarta posición, no hace falta devanarse los sesos para concluir que Eurovisión no es más que un distraído y vistoso festival de cuchufleta. De hecho, la actuación de David Fernández (alias “Chikilicuatre”) me pareció de lo más apropiada: puesto que la calidad no es lo que más valoran los diferentes jurados, al menos pudimos reírnos (y hacer reír) a gusto.

En cuanto a la edición de este año, España ha echado el resto con una buena voz (Ruth Lorenzo), una puesta en escena espectacular y cuidando hasta el último detalle, esfuerzo que de poco ha servido frente a Conchita Wurst (o Conchita “Salchicha” en español) —una cantante cuya extravagancia supera su calidad—, que finalmente se ha hecho con el triunfo.

En espera de este nuevo fracaso, hemos sufrido estoicamente durante semanas la machacona publicidad a la que TVE ha tenido a bien someternos: un auténtico chaparrón de “Bailando bajo la lluvia” que finalmente se ha ido por el sumidero, como de costumbre.

No me extraña que ante semejante paisaje, el diputado de IU Ricardo Sixto propusiera el año pasado —tras el estrepitoso fracaso de El Sueño de Morfeo— abandonar dicho festival. Yo suscribo sin matices esa iniciativa: ¿hasta cuándo vamos a seguir derrochando en semejante pantomima?