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By Atlantic Chef (Own work) [CC-BY-SA-3.0 (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0) or GFDL (http://www.gnu.org/copyleft/fdl.html)], via Wikimedia Commons |
Llevamos dos semanas muy revueltas con el anuncio de la
abdicación del Rey, y confieso que no me sorprende. He sostenido durante mucho
tiempo que cuando llegase este momento, íbamos a tener un buen folclore. Y lo
estamos teniendo –lo que ocurre no deja de ser 100 %
Spanish–; y lo que aún
nos quede por ver, oír y leer hasta el día 19 (proclamación de Felipe VI) y
días subsiguientes.
Periódicos, radios y televisiones analizan la cuestión desde
(casi) todos los ángulos posibles. Pero es en Internet, una vez más, donde ríos
de tinta cibernética inundan las publicaciones digitales, los foros y las redes
sociales haciéndose eco del acontecimiento, sus posibles causas y sus
consecuencias, con la libertad que caracteriza a este medio, es decir, sin las
presuntas censuras o autocensuras de las que tanto se habla.
Por poner unos cuantos ejemplos, así a vuelapluma, me vienen
a la mente un par de demandas de paternidad contra el Rey saliente; la denuncia
en curso de un abogado valenciano contra el “ciudadano Juan Carlos de Borbón” (sic)
a cuenta de su dinero en Suiza; la reclamación del trono por parte de Carlos
Javier de Borbón-Parma, que invoca a sus “leales carlistas”; la alerta por
parte de la Policía Nacional de un posible boicot violento –un artefacto de
baja intensidad– el día de la proclamación; el “fantasma” de Corinna, que
parece que sigue alargando su sombra; algún que otro comentario sobre el
marido-exmarido-marido de Telma Ortiz, Jaime del Burgo; no faltan los que
califican el ascenso al trono de don Felipe de “golpe de estado”; e incluso un economista –director de un diario digital– se ha atrevido en Twitter a poner en duda la maternidad de las infantitas...
No obstante, lo que está copando los debates, publicaciones y foros
es el tema del referéndum y la agitación que se está viviendo en el mundo
republicano y filorrepublicano español. Los ánimos están al rojo –nunca mejor
dicho en la mayoría casos– y se quiere aprovechar la coyuntura, como era de
esperar, para intentar fomentar entre la ciudadanía la demanda del derecho a
decidir entre monarquía y república.
Con semejante panorama, el perfil bajo del acontecimiento a
muchos se les antoja de mera necesidad. Necesidad con la que no parece casar el
posterior paseo en coche por el centro de Madrid con las calles engalanadas. Como tampoco casa el hecho de haber abierto una cuenta en Twitter, en la que los más osados se están despachando a gusto con insultos de todo tipo hacia la institución y sus integrantes.
Tengo la ligera impresión de que en la Casa Real siguen sin
ser demasiado conscientes de lo que les rodea. No obstante, y en línea con lo
que manifestó don Juan Carlos el pasado día 2 respecto a la renovación de la
monarquía, parece ser que don Felipe, con la ayuda de su esposa, va a sustituir
a todo su equipo de confianza en Zarzuela por otro más joven. ¿Contribuirán
medidas como esta a la estabilidad y mejora de la imagen de la monarquía? El
tiempo lo dirá. Lo que sí parece claro es que Felipe VI, al que algunos han colocado
el sobrenombre de “el Preparado”, no lo va a tener fácil. Cierto es que no le
faltan conocimientos para hacerse cargo de la jefatura del estado, pero ¿sabrá
igualmente agradar al actual pueblo español? El nuevo rey deberá ganarse el
puesto a diario más aún que su padre, y también tendrá que guardar mejor las
formas e hilar más fino para ser verdaderamente ejemplar, por su propio
interés. En cuanto a su consorte, también tendrá un arduo trabajo aunque más
silencioso de cara a ganarse el afecto del pueblo: la reina Sofía ha puesto el
listón por los cielos y es bastante apreciada, mientras que Letizia parece que
no termina de caer bien. Pero bastará con que cumpla su agenda de la mejor
manera posible (incluyendo una indumentaria adecuada a cada ocasión); se
muestre más cercana a los ciudadanos, sonriente, afable y natural; y comprenda
que la gente no quiere una beldad inmarcesible por reina (doña Letizia siempre
fue hermosa) sino alguien con quien se identifiquen o, al menos, alguien a
quien apreciar y hasta admirar.
Valor y a la faena, Majestad, que hay mucho por hacer,
demasiado: todo un reto.