viernes, 25 de enero de 2013

Con crisis pero de marca

Si no hablo de ello, me da un “algo”. Estaba yo esta misma semana en el vestuario de un spa de pueblo, cambiándome ya para salir (el agua caliente y los chorritos me dejan K.O., que es lo que necesito de vez en cuando). Fuera había un grupo de parroquianas de diferentes edades que habían acudido para hacer gimnasia acuática, y andaban contando cotilleos: “¿Te has enterado de que Olvido ya ha sido abuela?”, decía una. Y la otra se sorprendía con la noticia. Y otra más decía que a ella le encantaría tener la casa llena de niños. Y alguna comentaba lo caros que salen los churumbeles hoy en día, que sólo en médicos se le iba un pastón con los suyos. Y otra argumentaba que eso dependía de los padres: ni lo de antes ni lo de ahora, que no se les podían dar todos los caprichos. Y una de las anteriores respondía que a veces la sociedad te obligaba a ello. Pero la que “acusaba” a los padres decía que no. Y la que apostaba por la presión social se ratificaba en sus afirmaciones. Así que el tema se fue desarrollando: resulta, inocente de mí una vez más, que los adolescentes tienen que vestir de marca para poder integrarse en el instituto. Y eso lo decía una señora de un pueblo que mide dos micras cuadradas, con todos mis respetos a esa localidad. Por pocas se me seca el bañador de golpe al oír semejante disparate. La señora seguía con su argumentación y aseguraba que su niño de 10 años aún no tenía esos problemas, pero que el otro sí: que si no vestía de marca se metían con él y no se podía integrar en un grupo.

¡La madre que nos parió! No, si ya había yo oído campanas, pero tan de lejos que no sabía ni dónde. Alguien me había dicho que una señora andaba fregando escaleras como una descosida para poder comprarle a su hijo adolescente ropa de marca. Pero no se me ocurrió pensar que el motivo fuera este. ¿Estamos locos o es que nos gusta hacer el gilipingas todo el año y no solo en festivos? ¿Con los tiempos que corren y estamos en esas? ¡Padres sensatos y exprimidos, uníos! De modo que tenemos una crisis que nos come vivos y hay que vestir a los niñatos de marca…

Pero es que este asunto se puede tratar desde otra perspectiva. Resulta que todo el mundo odia a los pijos, o eso va por ahí diciendo la mayoría de la gente: “Qué asco de pijos”, que si los ricos tal, que si los ricos cual, etc. Pero ahí tenemos a nenes hasta de pueblos perdidos de España reivindicando la pijería (¡y en tiempos de miseria!). ¡Padres normales y acogotados, uníos! O sea, que odiamos a los ricos y bla, bla, bla pero queremos imitarlos aunque eso suponga que reventemos a los padres trabajando o la familia se quede en números rojos a mediados de mes.

No digo yo que en todos los institutos sea igual ni que todos, todos los chavales estén en ese plan, pero es que pocos o muchos me parece impresentable. “Son cosas de la adolescencia”, dicen algunos. Ya, como enchufarse al frasco, tomar “pastis” o echar “kikis” desde los 11 años. Pero igual no es lo más sano ni para su cuerpo ni para su mente. Los jóvenes no tienen la culpa, puesto que son fácilmente manipulables por el marketing, la moda, los medios de comunicación o por cualquier liante que los coja por banda. Los padres tampoco son directamente culpables, porque terminan siendo víctimas también y, no obstante, son los que tienen edad y cabeza para reconducir a sus vástagos. Por eso digo: “¡Uníos!”. Hoy se trata de vestirse de marca, ¿y mañana? Si quieren marcas, que se las ganen aportando algo: comiéndose los libros, ayudando en la casa o trabajando de canguros. De otro modo, los cutre-pijos de hoy serán mañana adultos parásitos que no podrán hacer frente a la vida.