¡La madre que nos parió! No, si ya había yo oído campanas,
pero tan de lejos que no sabía ni dónde. Alguien me había dicho que una señora
andaba fregando escaleras como una descosida para poder comprarle a su hijo adolescente
ropa de marca. Pero no se me ocurrió pensar que el motivo fuera este. ¿Estamos
locos o es que nos gusta hacer el gilipingas todo el año y no solo en festivos?
¿Con los tiempos que corren y estamos en esas? ¡Padres sensatos y exprimidos,
uníos! De modo que tenemos una crisis que nos come vivos y hay que vestir a los
niñatos de marca…
Pero es que este asunto se puede tratar desde otra
perspectiva. Resulta que todo el mundo odia a los pijos, o eso va por ahí
diciendo la mayoría de la gente: “Qué asco de pijos”, que si los ricos tal, que
si los ricos cual, etc. Pero ahí tenemos a nenes hasta de pueblos perdidos de
España reivindicando la pijería (¡y en tiempos de miseria!). ¡Padres normales y
acogotados, uníos! O sea, que odiamos a los ricos y bla, bla, bla pero queremos
imitarlos aunque eso suponga que reventemos a los padres trabajando o la
familia se quede en números rojos a mediados de mes.
No digo yo que en todos los institutos sea igual ni que
todos, todos los chavales estén en ese plan, pero es que pocos o muchos me
parece impresentable. “Son cosas de la adolescencia”, dicen algunos. Ya, como
enchufarse al frasco, tomar “pastis” o echar “kikis” desde los 11 años. Pero
igual no es lo más sano ni para su cuerpo ni para su mente. Los jóvenes no
tienen la culpa, puesto que son fácilmente manipulables por el marketing, la
moda, los medios de comunicación o por cualquier liante que los coja por banda.
Los padres tampoco son directamente culpables, porque terminan siendo víctimas
también y, no obstante, son los que tienen edad y cabeza para reconducir a sus
vástagos. Por eso digo: “¡Uníos!”. Hoy se trata de vestirse de marca, ¿y
mañana? Si quieren marcas, que se las ganen aportando algo: comiéndose los
libros, ayudando en la casa o trabajando de canguros. De otro modo, los
cutre-pijos de hoy serán mañana adultos parásitos que no podrán hacer frente a
la vida.
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