jueves, 8 de enero de 2015

Je ne suis pas Charlie non plus (Yo tampoco soy Charlie)

Después de leer este artículo ("Je ne suis pas Charlie"), de oír diferentes opiniones respecto al luctuoso suceso que el día 7 de enero sacudió a la sociedad parisina y al mundo occidental en general, y de reflexionar, me animo a escribir mi opinión acerca del asunto.

Al igual que el citado artículo, aunque no exactamente por idénticos motivos, yo no me identifico con la publicación satírica que ha sido objeto del sangriento asalto, en contra del cual estoy porque no creo en el asesinato como solución de problemas y/o disputas. Pero tampoco pienso que las faltas de respeto faciliten el entendimiento entre las personas.

Condeno rotundamente el brutal ataque a la sede de la publicación Charlie Hebdo, pero también sé que no son pocas las personas que se sienten muy ofendidas cuando sus creencias religiosas son objeto de mofa. Y no hablo de fundamentalistas sino de personas corrientes, incapaces de dirimir estas cuestiones empuñando un fusil de asalto. Recuerdo a una compañera de trabajo musulmana que en una ocasión me dijo que le gustaba hablar conmigo porque yo respetaba sus creencias. Esa es la base de cualquier convivencia: el respeto. La defensa de la libertad de expresión y la repulsa hacia el radicalismo no son incompatibles con la educación más básica y, por qué no decirlo, con el sentido común, porque ni harta de whisky se me ocurre a mí pasarme 18 cabeceras de comarca con según qué temas. ¿Que es preferible morir de pié que vivir de rodillas? Quizá, pero ¿era imprescindible elegir?

Cuando los atentados del 11-M, buena parte de la sociedad culpó al gobierno de Aznar por haber apoyado la Guerra de Irak, es decir, se consideró la consecuencia lógica (?) de semejante despropósito. Sin embargo, ahora el ataque es a la libertad de expresión, entendida como el derecho a soltar (y a pintarrajear) “lo que me dé la gana siempre que me lo permitan las leyes”; vamos, dicen que igualito que lo que hacía El Jueves en sus buenos tiempos… No, espera, que a El Jueves le censuraban algunas portadas. Ay, no, que en España no hay censura… Uy, ¡qué lío me estoy haciendo con esto de la libertad democrática! Pero creo que se me entiende, ¿no?

Lo que pasa es que en el mundo occidental la gente se ha acostumbrado, muy a su pesar en numerosos casos, a que cualquiera haga burlas, chistes obscenos o dé otras muestras similares de exquisita educación a cuenta del cristianismo. Y ya parece que todo el monte es orégano... Pero no. Claro que hay musulmanes pacíficos que apechugan como pueden con las faltas de respeto a algo (su religión) que consideran sagrado, la mayoría, y es también por consideración a estas personas de bien que las creencias no deberían ser motivo de cachondeo o incluso de escarnio.

En occidente la religión es con frecuencia objeto de guasa, y a estas alturas ya hace tiempo que nos parece hasta normal; pero nos ponemos farrucos si la libertad de expresión del todo vale se ve amenazada; aunque no siempre, porque en España tapar bocas y secar tinteros en ocasiones parece que no cuesta demasiado. No obstante, en el caso que nos ocupa creo que no estamos en posición de chulear sino de espabilar y de andarnos con ojo.

Lo dicho: contra el terrorismo y a favor de la libertad de expresión pero siempre con tacto y con un mínimo de educación, puesto que tan civilizados nos consideramos.